Entonces Moisés cortó tres ciudades de este lado del Jordán, para que el homicida pudiera huir allí.

Las ciudades de refugio

Las ciudades aquí mencionadas fueron llamadas ciudades de refugio. Fueron designados por mandato de Dios mismo; y, después de que los israelitas cruzaron el río Jordán y entraron en la tierra de Canaán, tres más fueron apartados al otro lado del río con el mismo propósito.

I. Lo destacable de su institución, en las circunstancias que los distinguieron. Entonces fueron tan bien elegidos, con tanta atención al diseño propuesto, que ninguna parte del país estaba a más de medio día de viaje de alguno de ellos.

II. He aquí en estas ciudades de refugio un emblema de la redención prevista en el Evangelio. Vea en el fugitivo una semejanza apropiada de aquellos que huyen en busca de refugio a la esperanza que se les presenta en Cristo Jesús. La antigua ciudad de refugio se alzaba en lo alto, fácil de ver para todos, ofreciendo seguridad a quienes la necesitaban. Así también Jesucristo ha sido levantado sobre la cruz, para que los ojos de la fe se vuelvan a Él, y la esperanza de salvación surja en el corazón del creyente arrepentido.

El camino que conducía a las ciudades de refugio era ancho, llano y recto; no había nada que obstaculizara los pies del que huía por él. ¿Y es el camino de la salvación de Dios menos llano, menos abierto, menos directo? En los caminos que conducían a las ciudades de refugio se colocaron marcas de paso para guiar los pies del fugitivo. Así también los ministros de Jesús son ahora comisionados para guiar a los ignorantes, advertir a los descarriados y clamar en voz alta a todos: “Este es el camino, andad por él.

”Las puertas de la ciudad de refugio estaban abiertas día y noche. Y también las puertas de la ciudad de nuestro Dios, la Nueva Jerusalén. Cristo está siempre dispuesto a abrazar en los brazos de su misericordia al alma que lo busca. La ciudad de refugio estaba destinada a apoyar a quienes huían a ella en busca de protección. Y en la casa del Dios viviente hay pan suficiente y de sobra. La ciudad de refugio era para todos, tanto para el extranjero como para el nacido en la tierra. Y en Cristo Jesús no hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer.

III. Las condiciones en las que el que huyó a una de las ciudades de refugio tenía derecho a los privilegios de la misma. Primero, dejando todo atrás, debe huir para salvar su vida, ni detenerse hasta refugiarse dentro de los muros designados. Una vez más, una vez recibido dentro de la ciudad, no debe abandonarla, no, ni por un momento, no sea que el vengador de la sangre caiga sobre él y muera. ¿Has huido a Cristo? Permaneced, pues, en él; no abandones el refugio seguro de su redil; no te alejes de la sombra de su ala. ( C. Blencowe, MA )

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