Matar y hacer morir.

Una masacre perversa

La maldad de la masacre intencionada no recae en Asuero y Amán. Grandes multitudes de los súbditos del rey deben participar en la culpa. Los gobernadores y gobernantes de cada provincia, y el pueblo bajo su mando, tienen cartas escritas, selladas con el sello del rey, para contribuir con su parte a la masacre. Dejemos que los grandes consideren lo que hacen. Si son malvados, no lo son solos.

Debemos bendecir a Dios porque ningún hombre tiene poder para exigirnos que hagamos algo que no sea de acuerdo con las leyes conocidas del país. Y, sin embargo, los hombres de verdadera virtud no cumplirán la voluntad de los monarcas más absolutos cuando no sea compatible con las leyes de la justicia y la misericordia. En la famosa masacre de Bartolomé, cuando el Rey de Francia envió sus órdenes a los comandantes de las distintas provincias de masacrar a los hugonotes, uno de ellos le devolvió esta respuesta : “En mi distrito Vuestra Majestad tiene muchos soldados valientes, pero ningún carnicero.

Ese gobernador virtuoso nunca sintió ningún efecto del resentimiento real. Es de temer que pocos de los gobernadores persas hubieran dado tales pruebas de valor virtuoso si no se hubiera revocado el edicto del rey. ( G. Lawson. )

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