Con su discurso tan justo, ella hizo que él se rindiera.

Buen y mal discurso

Hay una fuerza en las palabras a la que a menudo es casi imposible resistir. Las buenas palabras tienen una virtud maravillosa para obrar en la mente, y una gran parte del bien que estamos llamados a hacer en el mundo debe lograrse por medio de ese pequeño miembro, la lengua. Pero a menudo se encuentra que las mentes corruptas tienen mayor inteligencia para persuadir a los hombres a pecar porque la naturaleza humana es depravada y solo necesita una tentación para atraer a los hombres a la práctica de los peores males.

No hay palabras que tengan mayor fuerza en ellas para persuadir a los hombres a pecar que los halagos de la mujer extraña, y por eso el apóstol Pablo, que nos dirige a luchar contra el pecado, nos llama en voz alta a huir de las pasiones juveniles. Esas concupiscencias difícilmente pueden ser vencidas sino huyendo, porque las tentaciones que reciben, cuando se encuentran con una mente sencilla y un corazón impuro, son como chispas de fuego que se encienden sobre rastrojos completamente secos.

La fuerza que hay en la lengua de la mujer extraña no excusará al joven engañado; pues su entrega a ella se debe atribuir a la depravación de su propio corazón, que lo inclina a preferir el consejo de una mala mujer a los consejos de la Sabiduría Suprema y Eterna. ( G. Lawson. )

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