Y el rey de Israel dijo: Toma a Micaías y llévalo a Amón, gobernador de la ciudad, ya Joás, hijo del rey;

Ver. 26. Y el rey de Israel dijo. ] En el calor del rey de Judá, que estaba sentado en silencio y, reacio a desagradar a Acab, no tenía una palabra que decir por el buen profeta. La mala compañía ahoga a uno, al menos arroja un húmedo; "por la abundancia de iniquidad, el amor de muchos se enfriará".

Toma a Micaías y llévalo de regreso. ] A la cárcel, de donde probablemente fue a buscar; y de lo cual podría decir, como ese mártir le dijo al obispo que lo injurió y amenazó: Envíame de regreso con mis ranas y sapos, donde puedo estar libre para orar por tu señoría.

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