Y has mostrado hoy cómo me has hecho bien: que cuando el SEÑOR me entregó en tu mano, no me mataste.

Ver. 18. Y has mostrado este día. ] Saúl, fundido por aquellas brasas de bondad que David había amontonado sobre su cabeza, se derrama en un torrente de expresiones apasionadas, y por el momento habla como pensaba. Pero los buenos pensamientos no hacen más que una vía para los corazones perversos: no se quedan allí, como a los que no les gusta su alojamiento; sus propósitos, por falta de rendimiento, son como nubes sin lluvia, o como garrote de Hércules en la tragedia, de un gran volumen, pero relleno de musgo y basura.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad