Júrame ahora, pues, por el SEÑOR, que no cortarás mi descendencia después de mí, y que no borrarás mi nombre de la casa de mi padre.

Ver. 21. Que no cortarás mi simiente. ] Su cuidado por el bien de la posteridad fue encomiable; pero hasta ahora había tomado un rumbo muy malo para ellos; como había hecho aquel tirano romano, que cuando el pueblo mataba junto con sus hijos, gritaban: De tan mala camada, no quedará ni un cachorro con vida.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad