Entró, pues, y cerró la puerta tras los dos, y oró al SEÑOR.

Ver. 33. Y oró al Señor. Este bastón suyo, lo que sea que haya sucedido con el otro, era lo suficientemente largo, lo sabía, para llegar al cielo, para llamar a esas puertas, sí, para abrirlas de par en par.

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