Entonces Abram se fue, como el SEÑOR le había dicho; y Lot fue con él. Abram tenía setenta y cinco años cuando salió de Harán.

Ver. 4. Entonces Abram se fue. ] Ahora tenía suficiente, con promesas tan preciosas, aunque antes no tenía nada más. Se separó de sus amigos y parientes, pero ahora se ha convertido en el amigo de Dios y se asemeja a Cristo. Deje que sus perecen dinero con ellos, que estiman todo el oro del mundo vale la pena la sociedad de un día con Jesucristo y su Espíritu Santo, dijo que noble Marqués Galeacius Caracciolus, una que es sobrino del papa Pablo V.

, y un príncipe de gran riqueza y poder, dejó todo por Cristo, viviendo y muriendo como un pobre exiliado en Ginebra, para poder disfrutar de la libertad de su conciencia y servir a Dios según la verdad del evangelio. Es notable lo que Calvino escribe de él en su epístola dedicatoria, antes de su Comentario sobre la Primera Epístola a los Corintios, Etsi neque tu , etc.

Y Lot fue con él. ] En esto, Abram estaba más feliz que Caracciolus; porque él, siendo convertido por la Conferencia de Pedro Mártir sobre la Primera Epístola a los Corintios, y resolviendo entonces dejar todo e ir a Ginebra, abrió su mente a algunos de sus amigos más familiares, y trabajó sobre ellos hasta ahora, como prometieron y prometió acompañarlo, etc. pero cuando llegaron a las fronteras de Italia, y consideraron lo que habían abandonado, primero miraron hacia atrás con la esposa de Lot, y luego, sin ninguna súplica, regresaron como Orphah: así saliendo de la bendición de Dios hacia el cálido sol del mundo, como ellos digamos, que sin embargo no disfrutaron mucho tiempo; porque después fueron tomados por la Inquisición española, y obligados a abjurar de la religión cristiana, sin ser ni confiables ni amados de un lado ni del otro. B

Y Abram tenía setenta y cinco años cuando partió.] De modo que continuó peregrinando cien años juntos, Gen 25: 7 teniendo diez duras pruebas, y cada una peor que la otra.

a Su vida la expone el Sr. Crashaw.

b Vida de Caracciolus , por Crashaw, pág. 11.

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