Y cuando las aves descendieron sobre los cadáveres, Abram las ahuyentó.

Ver. 11. Abram los ahuyentó. ] Así que debemos hacer movimientos malvados y pensamientos que distraigan en deberes santos, que de otra manera se reunirán y pulularán en nuestros corazones como las moscas de Egipto; molestándonos peor que la mosca en Albertus Magnus, que siempre anhelaba la cabeza calva; aunque lo aleteó una y otra vez, no podía deshacerse de él.

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