La tierra temblará ante ellos; Los cielos temblarán, el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas dejarán de brillar.

Ver. 10. La tierra temblará ante ellos, etc. ] Tragicis figuris calamitatem amplificat, dice aquí Lutero. Con términos tan trágicos, los profetas solían presentar una desolación horrible, como la que primero los asirios y luego los romanos trajeron sobre los judíos; los turcos y sarracenos sobre las iglesias cristianas. No se sabe si hubo tal terremoto o conmociones cerebrales estupendas de los cuerpos celestes como se describe aquí.

Extraños precursores hubo tanto en el cielo como en la tierra de la última destrucción de Jerusalén, como también Cristo lo había predicho. En los días del emperador Justiniano, el sol durante la mayor parte del año daba tan poca luz que era igual a la luz de la luna, el cielo estaba despejado, sin nubes ni nada que lo ensombreciera; después de lo cual, siguió una gran hambruna y mucha guerra y derramamiento de sangre.

El sol y la luna se oscurecerán ] Maravillosas expresiones para encontrarse con su maravillosa estupidez. Los médicos hebreos (ya Oecolampadius no le desagrada mucho) alegorizan el texto; y por la tierra entienden a la gente común, por los cielos a los grandes, por el sol y la luna el rey y el reino, como por las estrellas los de rango indiferente, todos los cuales han desaparecido (como dicen) a causa de las calamidades actuales ; como cuando, tras la muerte del príncipe Enrique, se decía que Gran Bretaña estaba completamente vestida de negro; y como Demades solía decir de los atenienses, nunquam eos sapere nisi pullis vestibus indutos, que nunca fueron tan sabios como cuando estaban de luto por las malas hierbas (Plutarco).

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