Y el pueblo bendijo a todos los hombres que voluntariamente se ofrecieron a vivir en Jerusalén.

Ver. 2. Y el pueblo bendijo a todos los hombres, que se ofrecieron de buena gana ] Todos los voluntarios, esos Liberi et libentes, los libres, que, movidos con celo por Dios y su servicio, se sentaron en Jerusalén, aunque era poco por su seguridad o beneficio. La sinceridad es enemiga de la sinisteridad; pone a prueba el respeto por uno mismo, y procura al hombre un gran respeto en los corazones de las personas buenas, que están dispuestas a elogiarlas y orar por ellas, como aquí.

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