El infierno y la destrucción nunca están completos; por eso los ojos del hombre nunca se sacian.

Ver. 20. El infierno y la destrucción nunca se satisfacen. ] El infierno y la tumba tienen su nombre en hebreo por su insatisfacción, siendo siempre anhelando más, y eso con asiduidad e importunidad. Y esto sigue oportunamente al versículo anterior, como bien observa Aben Ezra, que los hombres pueden asustarse al recordar la amplia boca del infierno abriéndose para ellos, al seguir la inclinación de sus naturalezas pecaminosas; y que aquellos que aquí nunca tienen suficiente, una vez tendrán suficiente fuego en el fondo del infierno.

De modo que los ojos de los hombres nunca están satisfechos. ] Es decir, sus concupiscencias, su concupiscencia carnal. Tratar de satisfacerla es un asunto interminable, Quaecunque videt oculus, ea omnia desiderat avarus, dice Basil. El codicioso anhela todo lo que ve; la maldición de la insatisfacción pesa sobre él; su deseo es un fuego, las riquezas un combustible, que parecen apagar el fuego; pero, de hecho, lo aumentan.

"El que ama la plata, no se saciará jamás de plata"; Eclesiastés 5:10 nunca más el que ama la honra, el placer, etc. Las cosas terrenales no pueden llenar así el corazón, pero aun así tendría más cosas en número, y de otra manera en forma. Y por lo tanto, las partículas en hebreo que significan yo, provienen de una palabra que significa desear; a porque los deseos de un hombre tendrían esto y aquello, y aquello y otro; y también se cansa, sin saber si tener esto o aquello, o lo otro, etc.

a ו y, או de אוח.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad