Porque los celos son la ira del hombre; por tanto, no perdonará en el día de la venganza.

Ver. 34. Porque los celos son la rabia. ] Sin embargo, no puede matar al adúltero, aunque sea sorprendido en el acto, sino enjuiciar la ley en su contra y apelar al magistrado, que es el guardián señor de ambas tablas: custos utriusque tabulae. Pero si ninguna ley aliviará a un hombre, hágale saber que no se hará ningún daño a sí mismo al hacer de Dios su canciller.

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