En aquel día habrá gran duelo en Jerusalén, como el duelo de Hadadrimmón en el valle de Meguido.

Ver. 11. En ese día habrá gran duelo en Jerusalén ] Magnificabitur luctus (así lo tiene el hebreo), su duelo será mayor, su tristeza aumentará, se levantarán en su arrepentimiento por encima de todo lo ordinario. Los casuistas y los escolásticos afirman que el dolor por el pecado es el mayor de todos los dolores. 1. In conatu: en el esfuerzo, el alma entera parece enviarle manantiales, de todas las facultades.

2. En extensión: en la tensión, es un manantial que en esta vida cae más o menos continuamente; ni querría Dios que las heridas de la tristeza piadosa fueran cerradas de tal modo que no sangraran de nuevo en toda buena ocasión. 3. En aprecio: En entendimiento, el verdadero penitenciario siempre juzga que un Dios bueno ofendido, un Salvador crucificado, debe ser la causa principal del mayor dolor.

4. In intensione: en fin, por intención de desinterés en la voluntad; no habiendo otras cosas con las cuales, o por las cuales, la voluntad esté más disgustada consigo misma que por pecar contra Dios. Hay más causa de dolor, dicen, por pecar que por la muerte de Cristo; porque en él había placens líquidos, agradar a cualquiera, pero el pecado es simpliciter displicens, simplemente desagradable.

Pero, ¿no es un duelo piadoso, dirán algunos, a menos que sea tan grande? Respondo, que otros lamentos pueden hacer más ruido, como una lluvia torrencial o una inundación de tierra que por un pequeño canal poco profundo desciende de una colina. Cuando un hombre llora por su único hijo, o algo similar, esto viene de Dios como un juicio; viene cuesta abajo, por así decirlo, tiene la naturaleza para trabajar con él, y nada que lo estorbe; pero este lamento y este derretimiento por Cristo es como un arroyo que va cuesta arriba, y a través de muchas cañas y banderas, como lo expresa el Sr. Cotton.

Como el luto de Hadadrimmon en el valle de Meguido ] Donde el buen Josías fue asesinado, y donde la gente vio, para su indescriptible dolor y corazón roto, la familia, la Iglesia y la comunidad arrancada de raíz por la pérdida de ese hombre, quien fue el aliento de todas sus narices, como Jeremías con tristeza reconoce en sus Lamentaciones, compuestas en esa misma ocasión, y cuando murió, toda su prosperidad aquí murió con él; y ellos mismos no eran mejores que fantasmas vivientes, sepulcros andantes de sí mismos; un ser que tenían, pero no una vida; los que antes parecían tocar el cielo con el dedo, cayeron a la tierra como si hubieran sido golpeados por un planeta, como Budaeus habla de los cortesanos franceses a la muerte de Luis XII - nunc humi derepente serpere sideratos esse diceres.

Cuando murió Augusto, orbis ruinam timueramus, dice Paterculus, pensamos que todo se había perdido y que el mundo se habría caído sobre nuestros oídos. Cuando se llevaron a nuestro Eduardo VI (ese segundo Josías), Cardan cantó este doloroso Epicedion;

" Flete nefas magnum, sed tote flebitis orbe

Mortales; vestrum corruit omnis honos. "

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