19-24 El cristianismo no destruye en absoluto el civismo. La religión debe promover un temperamento cortés y servicial hacia todos. Aquellos que dan una falsa idea de la religión, y la reprochan, que se animan con ella a ser agrios y malhumorados. Y los saludos cristianos no son meros cumplidos vacíos, sino que son verdaderas expresiones de buena voluntad hacia los demás, y los encomiendan a la gracia y la bendición divinas. Toda familia cristiana debe ser como una iglesia cristiana. Dondequiera que dos o tres se reúnan en el nombre de Cristo, y él esté en medio de ellos, hay una iglesia. He aquí una solemne advertencia. Muchos de los que tienen el nombre de Cristo en sus bocas, no tienen verdadero amor a él en sus corazones. Nadie lo ama en verdad, que no ame sus leyes, y guarde sus mandamientos. Muchos son cristianos de nombre, que no aman a Cristo Jesús el Señor con sinceridad. Los tales están separados del pueblo de Dios, y del favor de Dios. Los que no aman al Señor Jesucristo, deben perecer sin remedio. No descansemos en ninguna profesión religiosa donde no haya amor a Cristo, deseos sinceros de su salvación, gratitud por sus misericordias y obediencia a sus mandamientos. La gracia de nuestro Señor Jesucristo tiene en ella todo lo que es bueno, para el tiempo y para la eternidad. Desear que nuestros amigos tengan esta gracia con ellos, es desearles el mayor bien. Y esto debemos desear a todos nuestros amigos y hermanos en Cristo. No podemos desearles nada más grande, y no debemos desearles nada menos. El verdadero cristianismo nos hace desear a aquellos a quienes amamos, las bendiciones de ambos mundos; esto significa desear que la gracia de Cristo esté con ellos. El apóstol había tratado con franqueza a los corintios, y les había hablado de sus faltas con justa severidad; pero se despide con amor, y con una solemne profesión de su amor hacia ellos por causa de Cristo. Que nuestro amor sea con todos los que están en Cristo Jesús. Probemos si todas las cosas nos parecen inútiles, cuando las comparamos con Cristo y su justicia. ¿Nos permitimos algún pecado conocido, o el descuido de algún deber conocido? Por medio de tales indagaciones, hechas fielmente, podemos juzgar el estado de nuestras almas.

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