23-40 Cuando se establece el trono de Cristo en un alma, hay, o debería haber, gran alegría en esa alma; y se hace provisión, no como aquí para unos pocos días, sino para toda la vida y para la eternidad. Dichosos son aquellos que perciben sabiamente que es su deber e interés someterse al Salvador Jesucristo, el Hijo de David; que renuncian por su causa a todo lo que no es consistente; cuyos esfuerzos sinceros por hacer el bien están dirigidos por la sabiduría que Dios otorga, a través del conocimiento de su palabra, la experiencia y la observación. Si alguno carece de esta sabiduría, que la pida a Dios, quien da a todos generosamente y sin reproche, y se le dará.

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