26-34 Las palabras de Salomón a Abiatar, y su silencio, implican que se habían celebrado algunas conspiraciones recientes. Aquellos que muestran amabilidad con el pueblo de Dios deberán recordarlo para su ventaja. Por esta razón, Salomón perdona la vida de Abiatar, pero lo despide de sus oficinas. En el caso de los pecados que la sangre de las bestias expiaría, el altar era un refugio, pero no en el caso de Joab. Salomón mira hacia arriba a Dios como el Autor de la paz, y hacia la eternidad como la perfección de la misma. El Señor de la paz mismo nos da esa paz que es eterna.

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