10-22 Si querían tener un rey para gobernarlos, como los reyes del este gobernaban a sus súbditos, descubrirían que el yugo era extremadamente pesado. A aquellos que se someten al gobierno del mundo y de la carne, se les dice claramente cuán duros son sus amos y qué tiranía implica el dominio del pecado. La ley de Dios y la manera de los hombres difieren ampliamente entre sí; la primera debe ser nuestra norma en las diversas relaciones de la vida; la segunda debe ser la medida de nuestras expectativas de los demás. Estos serían sus agravios y, cuando se quejaran ante Dios, Él no los escucharía. Cuando nos metemos en aprietos por nuestros deseos y proyectos erróneos, perdemos justamente el consuelo de la oración y el beneficio de la ayuda divina. El pueblo fue obstinado y urgente en su demanda. Las decisiones repentinas y los deseos apresurados generan arrepentimientos largos y pausados. Nuestra sabiduría consiste en estar agradecidos por las ventajas y ser pacientes ante las desventajas del gobierno bajo el que vivimos; y orar constantemente por nuestros gobernantes, para que nos gobiernen con temor a Dios y para que vivamos bajo ellos con toda piedad y honestidad. Es un síntoma esperanzador cuando nuestros deseos de objetos mundanos pueden soportar el retraso; y cuando podemos dejar que el tiempo y la forma en que se nos concedan estén sujetos a la providencia de Dios.

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