1-21 La ruina de Judá y Jerusalén llegó gradualmente. Los métodos que Dios toma para llamar a los pecadores por su palabra, por ministros, por conciencia, por providencias, son ejemplos de su compasión hacia ellos y su falta de voluntad para que ninguno perezca. Vea aquí lo que causa el gran caos del pecado y, a medida que valoramos la comodidad y la continuidad de nuestras bendiciones terrenales, mantengamos ese gusano lejos de su raíz. Muchas veces habían arado y sembrado su tierra en el séptimo año, cuando debería haber descansado, y ahora permaneció sin labrar y sin sembrar durante diez veces siete años. Dios no perderá por fin su gloria, por la desobediencia de los hombres. Si se negaran a dejar descansar la tierra, Dios la haría descansar. ¿Qué lugar, oh Dios, te ahorrará tu justicia si Jerusalén ha perecido? Si ese deleite tuyo se cortara por maldad, no seamos de mente alta, sino de miedo.

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