22,23 Dios había prometido la restauración de los cautivos y la reconstrucción de Jerusalén, al final de setenta años; y ese momento para favorecer a Sión, ese tiempo establecido, llegó por fin. Aunque la iglesia de Dios sea derribada, no se descarta; aunque su gente sea corregida, no son abandonados; aunque arrojados al horno, no se pierden allí, ni se dejan allí más tiempo que hasta que se separe la escoria. Aunque Dios contienda por mucho tiempo, no contendrá siempre. Antes de cerrar los libros de las Crónicas, que contienen un registro fiel de los acontecimientos, piensen en la desolación que el pecado introdujo en el mundo, incluso en la iglesia de Dios. Temblemos ante lo que está registrado aquí, mientras que en el carácter de algunas pocas almas bondadosas, descubrimos que el Señor no se dejó sin testigo. Y cuando hayamos visto este retrato fiel del hombre por naturaleza, contrastamos con él esa misma naturaleza, cuando se recupera por la gracia del Todopoderoso, a través de la justicia justificante y adorna el alma de Cristo nuestro Salvador.

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