22-30 El rey de Babilonia nombró a Gedalías para ser el gobernador y protector de los judíos que quedaron en su tierra. Pero las cosas de su paz estaban tan ocultas a sus ojos que no sabían cuándo estaban bien. Ismael lo asesinó vilmente junto con todos sus amigos, y en contra del consejo de Jeremías, los demás fueron a Egipto. Así se puso fin a ellos por completo debido a su propia necedad y desobediencia; ver Jeremías capítulo 40 al 45. Jeconías fue liberado de la prisión, donde había estado durante 37 años. Que nadie diga que nunca volverá a ver el bien, porque durante mucho tiempo han visto poco más que el mal: los más miserables no saben qué giro dará la Providencia a sus asuntos, ni qué consuelos les están reservados, de acuerdo con los días en los que han sido afligidos. Incluso en este mundo, el Salvador libera del cautiverio al pecador angustiado que lo busca, otorgando anticipo de los placeres que están a su derecha para siempre. Solo el pecado puede hacernos daño; solo Jesús puede hacer el bien a los pecadores.

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