1-17 Aquí se repiten las leyes para las tres fiestas anuales: la de la Pascua, la de Pentecostés y la de los Tabernáculos; así como la ley general que concierne a la asistencia del pueblo. Nunca debería un creyente olvidar su estado bajo de culpa y miseria, su liberación y el precio que le costó al Redentor; para que la gratitud y la alegría en el Señor se mezclen con el pesar por el pecado y la paciencia bajo las tribulaciones en su camino al reino de los cielos. Deben regocijarse en lo que reciben de Dios y en sus actos de servicio y sacrificio hacia Él; nuestro deber debe ser nuestro deleite, así como nuestro disfrute. Si aquellos que estaban bajo la ley debían regocijarse delante de Dios, mucho más nosotros que estamos bajo la gracia del evangelio; lo cual hace que sea nuestro deber regocijarnos siempre, regocijarnos en el Señor siempre. Cuando nos regocijamos en Dios nosotros mismos, debemos hacer lo que podamos para ayudar a otros a regocijarse en Él también, consolando a los que lloran y ayudando a los necesitados. Todos los que hacen de Dios su alegría pueden regocijarse en la esperanza, porque Él es fiel a sus promesas.

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