14-20 Dios mismo era de manera especial el Rey de Israel; y si ellos ponían a otro sobre ellos, era necesario que Él escogiera a la persona. En consecuencia, cuando el pueblo deseó tener un rey, acudieron a Samuel, un profeta del Señor. En todos los casos, la elección de Dios, si tan solo podemos conocerla, debería dirigir, determinar y prevalecer sobre la nuestra. Se dan leyes para el príncipe que debía ser elegido. Debe evitar cuidadosamente todo lo que lo alejaría de Dios y de la religión. Las riquezas, los honores y los placeres son tres grandes obstáculos para la piedad (los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la soberbia de la vida), especialmente para aquellos en posiciones elevadas; contra estos, el rey está advertido aquí. El rey debe estudiar cuidadosamente la ley de Dios y hacer de ella su norma; y teniendo una copia de las Escrituras escrita por él mismo, debe leerlas todos los días de su vida. No es suficiente tener Biblias, sino que debemos usarlas, usarlas diariamente, mientras vivamos. Los discípulos de Cristo nunca aprenden más allá de sus Biblias, pero siempre tendrán necesidad de ellas, hasta que lleguen a ese mundo donde el conocimiento y el amor serán perfeccionados. La escritura y lectura del rey no servirían de nada si no practicaba lo que escribía y leía. Y aquellos que temen a Dios y guardan sus mandamientos, se beneficiarán mejor incluso en este mundo.

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