7,8 Con frecuencia, cuantos más hombres tengan, más tendrían; y en esto tienen tanta intención que no disfrutan de lo que tienen. El egoísmo es la causa de este mal. Un hombre egoísta no se preocupa por nadie; no hay nadie de quien cuidar sino a sí mismo, sin embargo, apenas permitirá el descanso necesario para sí mismo y para las personas que emplea. Nunca piensa que tiene suficiente. Tiene suficiente para su vocación, para su familia, pero no tiene suficiente para sus ojos. Muchos están tan concentrados en el mundo que, en su búsqueda, se entristecen, no solo por el favor de Dios y la vida eterna, sino también por los placeres de esta vida. Las relaciones distantes o los extraños que heredan la riqueza de un hombre así, nunca le agradecen. La codicia se fortalece por el tiempo y el hábito; los hombres que se tambalean al borde de la tumba, se aferran y se agarran más. Por desgracia, y con qué frecuencia vemos hombres que profesan ser seguidores de Él, quienes, "aunque era rico, por nuestro bien se volvieron pobres", ansiosamente juntaban dinero y lo retenían, disculpándose por lo común hablando de la necesidad de cuidado y el peligro de extravagancia!

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