43-51 En tiempos venideros, toda la congregación de Israel debía celebrar la Pascua. Todos los que comparten las misericordias de Dios deberían unirse en alabanzas de agradecimiento por ellas. La Pascua del Nuevo Testamento, la Cena del Señor, no debe ser descuidada por nadie. Los extranjeros, si estaban circuncidados, podían participar en la Pascua. Aquí se encuentra una temprana indicación de favor hacia los gentiles. Esto enseñó a los judíos que ser una nación favorecida por Dios les daba derecho a sus privilegios, no su descendencia de Abraham. Cristo, nuestro Cordero pascual, fue sacrificado por nosotros, 1 Corintios 5:7; su sangre es el único rescate de nuestras almas; sin su derramamiento no hay perdón; sin su rociamiento no puede haber salvación. ¿Hemos, por fe en él, resguardado nuestras almas de la merecida venganza bajo la protección de su sangre expiatoria? ¿Permanecemos cerca de él, dependiendo constantemente de él? ¿Profesamos nuestra fe en el Redentor y nuestras obligaciones para con él de tal manera que todos los que pasan puedan saber a quién pertenecemos? ¿Estamos preparados para su servicio, listos para caminar en sus caminos y para separarnos de sus enemigos? Estas son preguntas de gran importancia para el alma; que el Señor dirija nuestras conciencias para responderlas honestamente.

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