30-35 Aquí está el nombramiento divino de los maestros de obra, para que no hubiera contiendas por el cargo y para que todos los que trabajaran en la obra pudieran recibir dirección y rendir cuentas ante ellos. Aquellos a quienes Dios llamó por su nombre para su servicio, los llenó con el Espíritu de Dios. La habilidad, incluso en ocupaciones mundanas, es un don de Dios y proviene de lo alto. Pero muchos están dispuestos a asignar trabajo a otras personas y pueden decir qué debe hacer este hombre o aquel hombre; sin embargo, las cargas que imponen a otros, ellos mismos no las tocarán ni con uno de sus dedos. Tales caerán bajo el carácter de siervos perezosos. Estos hombres no solo debían idear y trabajar ellos mismos, sino que también debían enseñar a otros. Aquellos que gobiernan deben enseñar; y aquellos a quienes Dios ha dado conocimiento deben estar dispuestos a darlo a conocer en beneficio de otros.

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