1-16 Las mentes mundanas y carnales se enorgullecen de su propiedad, olvidando que, sea lo que sea que tengamos, lo recibimos de Dios y debemos usarlo para Dios. ¿Por qué, entonces, nos jactamos? El yo es el gran ídolo que adora todo el mundo, en desprecio de Dios y su soberanía. Dios puede forzar a los hombres a salir de aquello en lo que son más seguros y fáciles. Tal persona, y todos los que se unen a él, perecerán juntos. Así terminan el orgullo, la presunción y la seguridad carnal de los hombres. El Señor está en contra de aquellos que hacen daño a su pueblo, y aún más en contra de aquellos que los llevan al pecado. Egipto volverá a ser un reino, pero será el más bajo de los reinos; tendrá poca riqueza y poder. La historia muestra el cumplimiento completo de esta profecía. Dios, no solo en justicia, sino en sabiduría y bondad para con nosotros, rompe las criaturas en las que nos apoyamos, para que ya no sean nuestra confianza.

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