1-3 Aunque no se puede hacer un daño real a un cadáver, la desgracia de los restos de personas malvadas puede alarmar a los que aún están vivos; y esto nos recuerda que la justicia y los castigos divinos se extienden más allá de la tumba. Cualquier cosa que nos suceda aquí, humillémonos ante Dios y busquemos su misericordia.

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