8-12 Jonás dio cuenta de su religión, porque ese era su negocio. Podemos esperar que dijo con pena y vergüenza, justificando a Dios, condenándose a sí mismo y explicando a los marineros qué gran Dios es Jehová. Ellos le dijeron: ¿Por qué has hecho esto? Si temías al Dios que hizo el mar y la tierra seca, ¿por qué fuiste tan tonto como para pensar que podrías huir de su presencia? Si los profesores de religión hacen algo malo, lo escucharán de aquellos que no hacen tal profesión. Cuando el pecado ha levantado una tormenta y nos ha puesto bajo el signo del disgusto de Dios, debemos considerar lo que se debe hacer al pecado que levantó la tormenta. Jonás usa el lenguaje de los verdaderos penitentes, que desean que a nadie más que a ellos les vaya peor por sus pecados y locuras. Jonás ve que esto es el castigo de su iniquidad, lo acepta y justifica a Dios en ello. Cuando se despierta la conciencia y se levanta una tormenta, nada la convertirá en calma sino en separarse del pecado que causó la perturbación. Separarnos de nuestro dinero no calmará la conciencia, el Jonás debe ser arrojado por la borda.

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