22-26 He aquí un ciego llevado a Cristo por sus amigos. Ahí apareció la fe de los que lo trajeron. Si los ciegos espirituales no oran por sí mismos, sus amigos y parientes deben orar por ellos, para que Cristo se complazca en tocarlos. La sanidad se efectuó gradualmente, lo que no era habitual en los milagros de nuestro Señor. Cristo mostró de qué manera se curan comúnmente por su gracia aquellos que por naturaleza son espiritualmente ciegos. Al principio, su conocimiento es confuso; pero, como la luz de la mañana, brilla más y más hasta el día perfecto, y entonces ven todas las cosas claramente. Menospreciar los favores de Cristo es perderlos; y él hará que los que lo hagan conozcan el valor de los privilegios por la falta de ellos.

 

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