10-14 La mayor travesura que nuestros enemigos pueden hacernos es asustarnos de nuestro deber y llevarnos a hacer lo que es pecaminoso. Nunca rechacemos un buen trabajo, nunca hagamos uno malo. Deberíamos probar todos los consejos y rechazar lo que es contrario a la palabra de Dios. Todo hombre debe estudiar para ser consistente. ¿Debería yo, un cristiano profeso, ser llamado santo, hijo de Dios, miembro de Cristo, templo del Espíritu Santo, ser codicioso, sensual, orgulloso o envidioso? ¿Debo ceder ante la impaciencia, el descontento o la ira? ¿Debo ser perezoso, incrédulo o despiadado? ¿Qué efectos tendrá esa conducta sobre los demás? Todo lo que Dios ha hecho por nosotros, o por nosotros, o dado a nosotros, debe llevarnos a la vigilancia, la abnegación y la diligencia. Junto a la pecaminosidad del pecado, debemos temer el escándalo.

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