1-3 Los hombres de mediana edad de la tribu de Leví, todos aquellos de treinta a cincuenta años, debían ser empleados en el servicio del tabernáculo. El servicio de Dios requiere lo mejor de nuestra fuerza y la mejor parte de nuestro tiempo, que no puede ser mejor invertida que en honor a Aquel que es el Primero y el Mejor. Y el servicio de Dios debe realizarse cuando estamos más vivos y activos. Aquellos que posponen el arrepentimiento hasta la vejez no consideran esto y dejan la mejor obra para hacerse en el peor momento.

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