1-10 David se comprometió a encontrar un lugar para el Señor, para el arca, la señal de la presencia de Dios. Cuando hay que hacer un trabajo para el Señor, es bueno atarnos a un tiempo. Es bueno en la mañana fijar el trabajo del día, con sumisión a la Providencia, porque no sabemos qué puede traer un día. Y primero debemos, y sin demora, tratar de que nuestros propios corazones sean habitados por Dios a través del Espíritu. Ora para que Dios tome su vivienda en la habitación que había construido; que daría gracia a los ministros del santuario para cumplir con su deber. David suplica que él era el ungido del Señor, y esto él lo declara como un tipo de Cristo, el gran Ungido. No tenemos méritos propios para suplicar; pero, por Su causa, en quien hay plenitud de mérito, encontremos favor. Y cada verdadero creyente en Cristo, es ungido, y ha recibido del Santo el aceite de la verdadera gracia. La petición es que Dios no se aleje, sino que escuche y responda a sus peticiones por el bien de su Hijo.

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