9-18 Los problemas de David lo convirtieron en un hombre triste. Aquí él era un tipo de Cristo, que conocía el dolor. David reconoció que sus aflicciones eran merecidas por sus propios pecados, pero Cristo sufrió por los nuestros. Los amigos de David no quisieron ayudarlo. No pensemos que es extraño si así está desierto, pero asegurémonos de un Amigo en el cielo que no falle. Dios se asegurará de ordenar y disponer todo lo mejor, a todos aquellos que confían sus espíritus también en su mano. El tiempo de la vida está en manos de Dios, para alargar o acortar, hacer amargo o dulce, según el consejo de su voluntad. El camino del hombre no está en sí mismo, ni en las manos de nuestros amigos, ni en las manos de nuestros enemigos, sino en las de Dios. Con esta fe y confianza, ora para que el Señor lo salve por su misericordia, y no por ningún mérito propio. Él profetiza el silenciamiento de aquellos que reprochan y hablan mal del pueblo de Dios. Llegará el día en que el Señor ejecutará juicio sobre ellos. Mientras tanto, debemos comprometernos haciendo el bien, si es posible, para silenciar la ignorancia de los hombres tontos.

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