8-17 Es nuestra sabiduría y deber, en tiempos de peligro y dificultad, esperar en Dios; porque él es nuestra defensa, en quien estaremos a salvo. Es muy cómodo para nosotros, en oración, mirar a Dios como el Dios de nuestra misericordia, el Autor de todo lo bueno en nosotros y el Dador de todo lo bueno para nosotros. Los malvados nunca pueden ser satisfechos, lo cual es la mayor miseria en mal estado. Un hombre contento, si no tiene lo que tendría, sin embargo, no discute con la Providencia, ni se preocupa por sí mismo. No es la pobreza, sino el descontento lo que hace al hombre infeliz. David alabaría a Dios porque había tenido muchas veces, y todo el tiempo, lo encontró su refugio en el día de la angustia. El que es todo esto para nosotros, es sin duda digno de nuestros mejores afectos, alabanzas y servicios. Las pruebas de su pueblo terminarán en alegría y alabanza. Cuando termine la noche de la aflicción, cantarán del poder y la misericordia del Señor por la mañana. Que los creyentes ahora, con fe y esperanza aseguradas, lo alaben por esas misericordias, por las cuales se regocijarán y lo alabarán por siempre.

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