1-7 Las ordenanzas de Dios son el consuelo del creyente en este mundo malvado; en ellos disfruta la presencia del Dios viviente: esto hace que se arrepienta de su ausencia de ellos. Son para su alma como el nido para el pájaro. Sin embargo, son solo un fervor de la felicidad del cielo; pero, ¿cómo pueden los hombres desear entrar en esa habitación sagrada, que se quejan de las ordenanzas divinas como algo agotador? Esos son verdaderamente felices, que salen y continúan en el ejercicio de la religión, en la fuerza de la gracia de Jesucristo, de quien proviene toda nuestra suficiencia. Los peregrinos a la ciudad celestial pueden tener que atravesar muchos valles de llanto y muchos desiertos sedientos; pero se les abrirán pozos de salvación y se enviarán consuelos para su apoyo. Aquellos que avanzan en su curso cristiano, encontrarán que Dios agrega gracia a sus gracias. Y los que crezcan en la gracia, serán perfectos en la gloria.

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