Estaba arando, que tenía doce arados en funcionamiento, de los cuales once eran manejados por sus sirvientes y el último por él mismo; según la sencillez de aquellos tiempos antiguos, en los que los hombres de buena posición se sometían a los trabajos más humildes. Eche su manto - Mediante esa ceremonia confiriéndole el oficio de profeta, que a Dios le agradó acompañar con los dones y gracias de su espíritu.

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