Cuán grandes son sus señales. ¡Nada menos que un verdadero cambio de opinión podría causar una confesión como esta! Nabucodonosor ya era anciano, había reinado más de cuarenta años y había visto tanto del mundo como la mayoría de los hombres lo habían hecho. ¡Y, sin embargo, nunca hasta ahora admiró los acontecimientos sorprendentes, como señales y maravillas del Dios supremo!

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