Cubrieron la faz de la tierra y comieron su fruto: la tierra que Dios ha dado a los hijos de los hombres; sin embargo, cuando Dios quiere, puede perturbar su posesión incluso con langostas u orugas. La hierba crece para el servicio del hombre; sin embargo, cuando Dios quiera, esos despreciables insectos no sólo serán compañeros de plebe con él, sino que comerán el pan de su boca.

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