Ahora sé que JEHOVÁ es más grande que todos los dioses, que el Dios de Israel es más grande que todos los pretendientes; todas las deidades, que usurpan los honores divinos: las silencia, las somete a todas, y él mismo es el único Dios vivo y verdadero. También es más alto que todos los príncipes y potentados, que también son llamados dioses, y tiene una autoridad indiscutible sobre ellos y un poder irresistible para controlarlos; los maneja a todos como le place, y les honra por grandes que sean.

Ahora lo sé: lo sabía antes, pero ahora lo sabía mejor; su fe creció hasta convertirse en plena certeza, sobre la base de esta nueva evidencia; porque en lo que actuaron con orgullo: los magos o los ídolos de Egipto, o el faraón y sus grandes, oponiéndose a Dios y poniéndose en competencia con él, él estaba por encima de ellos. Los magos estaban desconcertados, Faraón humillado, sus poderes rotos e Israel rescatado de sus manos.

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