He aquí ahora, he tomado sobre mí hablar al Señor, que no soy más que polvo y ceniza: habla como alguien asombrado por su propia audacia, y la libertad que Dios le concedió en gracia, considerando la grandeza de Dios, él es el Señor; y su propia mezquindad, pero polvo y cenizas. Siempre que nos acercamos a Dios, nos conviene reconocer con reverencia la gran distancia que hay entre nosotros y Él. Él es el Señor de la gloria, somos gusanos de la tierra.

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