He aquí mi sirvienta, Bilha. Ante la persuasión de Raquel, tomó por esposa a Bilha, su sierva, para que, según el uso de aquellos tiempos, sus hijos pudieran ser adoptados por ella y poseídos como hijos de su ama. Preferiría tener hijos por reputación que ninguno; hijos que ella podría llamar suyos, aunque no lo eran. Y como un ejemplo temprano de su dominio sobre los niños nacidos en su apartamento, se complace en darles nombres, que no llevan en ellos más que señales de emulación con su hermana.

Como si la hubiera vencido, en la ley, llama al primer hijo de su sierva, Dan, Juicio, diciendo: Dios me ha juzgado, es decir, dictado sentencia a mi favor. En la batalla, llama a los siguientes Neftalí, Luchadores, diciendo: He luchado con mi hermana y he prevalecido. ¡Mira qué raíces de amargura son la envidia y la contienda, y qué daño hacen entre los parientes!

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