De las leyes relativas a los sacerdotes, pasa ahora a las que pertenecen a todo el pueblo. Dios les habló a ambos, porque a ambos les correspondía el conocimiento de los siguientes asuntos: el sacerdote debía orientar al pueblo sobre las cosas prohibidas o permitidas, donde surgiera alguna duda o dificultad; y el magistrado debía ver la dirección que se seguía.

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