Él responde: no es propiamente Juan, sino el Espíritu Santo, quien nos enseña en las siguientes respuestas, cómo venir nosotros mismos y cómo instruir a otros pecadores arrepentidos para que vengan a Cristo, para que él les dé descanso. La suma de todo esto es: Deja de hacer el mal, aprende a hacerlo bien. Estos son los frutos dignos de arrepentimiento.

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