Y todos en la sinagoga se llenaron de furor al percibir el significado de su discurso, a saber, que la bendición que despreciaban sería ofrecida y aceptada por los gentiles. ¡Tan cambiantes son los corazones de los malvados! ¡Tan pocos son sus comienzos de amor en los que se puede confiar! ¡Tan incapaces son de soportar la aplicación cercana, incluso de un discurso que más admiran!

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