Jamás hombre habló como este hombre.

La única respuesta que los oficiales pudieron dar a la pregunta de por qué no habían cumplido las órdenes fue: "El hombre nunca habló como este hombre". No les había intimidado la multitud, sino las palabras de Cristo. No hay testimonio más fuerte del poder moral de la presencia de Cristo que esta confesión de la tosca policía del templo. "Escucharlo no solo significaba ser desarmado en cada intento contra él, sino incluso convertirse a medias de enemigos acérrimos en discípulos asombrados".

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Nuevo Testamento