El rey de Tiro también dependía del rey de Israel; y la reina de Sabá viene del lejano sur para deleitarse en la sabiduría de la cabeza del pueblo de Dios, y para maravillarse al ver su gloria, y para alabar a Jehová que lo había elevado tan alto, y que lo había bendijo al pueblo al darle a él por rey. Ella también vino con regalos; porque el renombre del rey se había extendido a tierras lejanas. Sin embargo, aunque era un informe verdadero lo que ella había oído, la vista de su gloria fue mucho más allá de todo lo que se había dicho de ella.

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