El siguiente comentario cubre los capítulos 22, 23 y 24.

Pero en esta presentación del heredero, éste se convierte necesariamente en el tema principal; y el capítulo 22 comienza con esto: "Aconteció después de estas cosas", porque, en verdad, ahora se abre una nueva escena. El heredero de la promesa es sacrificado y resucitado en figura, y la promesa es confirmada a la simiente [1]. La antigua depositaria o forma del pacto (incluso la de la promesa), madre del heredero (Sara), ahora desaparece.

Abraham envía a Eliezer, mayordomo de su casa, a buscar esposa para el heredero resucitado, para su único hijo Isaac, de la tierra adonde Isaac no había de volver en el mundo tal como es: bella figura de la misión del Santo Espíritu, que, cumpliendo su oficio (después de la muerte y resurrección del Señor) con las elegidas de Dios que han de formar la esposa del Cordero en los consejos de Dios, la conduce (ya adornada con sus dones, pero esperando el momento en que verá Aquel que es heredero de todas las cosas que pertenecen a Su Padre) a través del desierto a su esposo celestial.

Está bellamente representada la llamada y la disponibilidad de la novia designada, y ella va con él, que prefigura el Espíritu, al esposo que es heredero de todo. Pero fíjate en cuán falsa y miserable sería la posición de la esposa desposada, si Isaac hubiera perdido su control sobre su corazón, dejando su hogar en la naturaleza, y ella en el desierto con alguien que no era nada para ella, sino su guía para Isaac. El andar del Espíritu, además, en el hombre, está representado de la manera más instructiva en los detalles de esta historia, en la conducta de Eliezer: su simple sujeción a lo que para él era la palabra de Dios aun cuando todo le parecía bien ( Génesis 22:21-23 ); referencia al corazón en agradecimiento a Dios el primer sentimiento (Gn 22,26); propósito del corazón en el servicio (Génesis 22:33), y similares.

Nota 1

Esta clara confirmación de (no en) la simiente, es a lo que el apóstol se refiere como la única simiente, que es Cristo. Las promesas generales en cuanto a Israel eran de una simiente como el número de las estrellas del cielo. Esta es la confirmación a la simiente, cuando resucitó, de la promesa dada en el capítulo 12.

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