Allí se detiene el profeta, para que Dios en su tiempo explique esto; vela, como un centinela, para recibir la respuesta de Dios a la inquietud de su alma. Dios, para consolar a su profeta ya todo su pueblo fiel, le manda escribir la respuesta tan claramente, que el que corre la pueda leer. Él tiene en cuenta los afectos de su pueblo; Él los aprecia, porque en verdad son dados, según Su propio corazón, por el Espíritu Santo.

Él, incluso antes de la liberación, consolará el corazón que está oprimido por los sentimientos que la fe misma da a luz. Si la fe los produce, la respuesta a esa fe no faltará. La liberación aún no vendría. La visión aún era para un tiempo señalado, pero la liberación de parte de Dios seguramente vendría. Dios, que da valor a la fe, intervendría él mismo. Si la liberación tarda, los fieles deben esperarla.

Seguramente vendría y no tardaría. Hasta el corazón del hombre se demoró. La paciencia era tener su obra perfecta. La paciencia de Dios había sido larga y perfecta. El tiempo de la liberación no debe retrasarse ni un momento después de la hora señalada por Dios en Su sabiduría.

Dios había juzgado el espíritu de soberbia, cuyos efectos habían abrumado el corazón del profeta. El opresor no era recto, pero la porción del justo era vivir por la fe, y por la fe debía vivir. Podría haberse preferido una liberación para el pueblo que, por así decirlo, no requiriera esta fe. Pero Dios quiere que el corazón se ejercite así. Los justos deben pasar por ella y aprender a confiar en Jehová, a contar con Él en toda circunstancia, a aprender lo que Él es en Sí mismo (pase lo que pase).

Sin embargo, aunque Dios permitió que su pueblo, a causa de sus pecados, fuera aplastado por la injusticia y la opresión, la conducta del opresor clamó al cielo y trajo juicio sobre su propia cabeza. ¡Ay de él! porque, incluso aparte de las relaciones de Dios con su pueblo, es Él quien juzga la tierra y la libra del opresor y del impío. Su imagen tallada no le aprovechará: ¿qué puede hacer la piedra muda por el hombre que la levantó? Pero Jehová estaba en Su lugar santo, en Su templo.

Toda la tierra debe guardar silencio ante Él. Debe estar lleno del conocimiento de Su gloria, como el lecho del mar con las aguas que lo cubren. La gente del mundo debería trabajar como en el fuego por la misma vanidad, y esto de parte de Jehová; porque Él llenará el mundo con el conocimiento de Sí mismo.

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