Por otra parte, el profeta consuela a los que, por el juicio de Dios, estaban sujetos al yugo que Él les había impuesto. Los judíos de Babilonia debían habitar en paz, buscando en silencio el bienestar de la ciudad en la que estaban cautivos. El tiempo de la liberación debe llegar. El espíritu de rebelión debe ser castigado. Finalmente, habiendo insistido en la sumisión del pueblo al juicio, Dios revela sus propios pensamientos de gracia.

Esta sumisión fue necesaria, por el pecado de Israel; porque Dios debe mantener su propio carácter y no identificarse con los caminos de un pueblo rebelde. Pero Él debe necesariamente manifestarse como Él es en Su gracia. La ejecución del juicio, y la condición arruinada de Israel, trajeron la verdad y la belleza de la gracia de Dios a una prominencia aún mayor.

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